Wagner Adoum conducía su automóvil con la vista siempre clavada al frente, sin echar jamás ni una sola ojeada a los carteles que daban órdenes al borde de las calles de Quito y de las carreteras del país. -Yo nunca maté a nadie- decía-. Y si tengo los años que tengo y sigo vivo, es porque nunca hice el menor caso a los carteles.
Gracias a eso, explicaba, se había salvado de morir por ahogo, indigestión, hemorragia o asfixia. Él no había bebido un océano de cocacolas, ni había comido una montaña de hamburguesas, ni se había cavado un cráter en la panza tragando millones de aspirinas, y había evitado que las tarjetas de crédito lo hundieran hasta los pelos en el pantano de las deudas.
Esta página no debería existir, es sobre todo una contradicción.
Es una página estúpida, y más estúpido es decirlo.
Todos los textos e imágenes de esta página ya fueron pensados por alguien mucho tiempo antes, es solo una estúpida repetición.
Ninguno de ellos cambiará la sociedad, ni siquiera influirá en la forma de pensar de nadie, y en el caso de que lo haga, será completamente al revez de lo que el autor pretende.
Es la misma mierda, presentada de otra forma, incluso copiada y poco original.
Lo que pretende ser antipúblicidad es pro publicidad.
Es solo una cuestión de moda.
No tengo ideales ni los pienso tener, y si los tengo, estoy equivocado.
Esto es manipulación de masas.
Está mal, es mierda, es estúpido, no es revelación, es funcional al sistema.
No tengo idea de política, no tengo idea de la realidad, soy burgués un aparentando.
1 comentario:
Wagner Adoum conducía su automóvil con la vista siempre clavada al frente, sin echar jamás ni una sola ojeada a los carteles que daban órdenes al borde de las calles de Quito y de las carreteras del país.
-Yo nunca maté a nadie- decía-. Y si tengo los años que tengo y sigo vivo, es porque nunca hice el menor caso a los carteles.
Gracias a eso, explicaba, se había salvado de morir por ahogo, indigestión, hemorragia o asfixia. Él no había bebido un océano de cocacolas, ni había comido una montaña de hamburguesas, ni se había cavado un cráter en la panza tragando millones de aspirinas, y había evitado que las tarjetas de crédito lo hundieran hasta los pelos en el pantano de las deudas.
Eduardo Galeano
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